lunes, 11 de abril de 2011

CONCIERTO DE SEMANA SANTA

Marchas de palio y fúnebres

BANDA DE MÚSICA DE FUENTE DE CANTOS

Viernes de Dolores, 15 de abril de 2011

19:30 horas

Iglesia conventual de Santa Clara

Entrada libre hasta completar aforo

sábado, 2 de abril de 2011

PIEZA DEL MES DE ABRIL

Cruz de altar
Marfil, madera, bronce y piedras semipreciosas
58 x 28 x 15 cm
Escuela andaluza
Segunda mitad del siglo XVII
Parroquia de la Candelaria, Zafra
Desde el Medievo, los talleres de eboraria mediterráneos habían tenido un destacado papel en la producción de objetos artísticos y suntuarios. Pero a partir del siglo XVII adquieren renombre los establecidos en Manila, regentados por artífices chinos, cuya producción inundó el mercado europeo.
No obstante, la talla del marfil nunca se abandonó en España. La importación de colmillos a través del puerto de Sevilla favoreció su uso entre los artistas andaluces. Además, como material costoso y raro, las piezas con él fabricadas era muy solicitadas ya que distinguían y daban prestigio a sus poseedores. Un ejemplo de esta permanencia y consideración es esta cruz de altar de la Colegial Insigne.
La cruz, de madera ebonizada con apliques de bronce y cabujones de piedras semipreciosas, sostiene una imagen del Crucificado de anatomía naturalista y cuidada, con toques de policromía en zonas puntuales. Una cuerda doblada sujeta el paño de pureza, que se anuda a la cintura y deja al descubierto parte de su cadera. Los arqueados brazos, a los que surcan venas muy abultadas, culminan en manos bendicientes.
El escultor supo aprovechar la forma natural del colmillo para arquear el cuerpo de Cristo como en un último estertor, lo que corrobora el hinchado tórax y la tensión de las piernas.
El rostro, enmarcado por onduladas y simétricas guedejas, se eleva al cielo. Su agónica expresión evoca los instantes postreros de la Pasión, en los que un Jesús, ultrajado, con la boca abierta y los ojos anhelantes, clama: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27, 46) y «Padre, en tus manos pongo mi espíritu» (Lc 23, 46). Tras lo cual, expiró.
Juan Carlos Rubio Masa